No le estaré contando nada nuevo a nadie si digo que en el mundo de la literatura hay dos bandos cada vez más distanciados. La buena literatura mira con desconfianza y recelo a los autores superventas. Desde la privacidad de sus casas, claro. No vaya a ser que alguno gane fama en la polémica y, al hacerse famoso, pierda el carnet de autor de postín.

Vale, sí. Admito que esa última frase ha ido con algo (bastante) de ironía, pero es que este es un tema que ahora mismo me está salpicando bastante -y no porque sea una autora superventas, que ojalá-. No obstante, este es un artículo de opinión, así que va a haber mucho de eso.

Ficción comercial… VS novela literaria

Así, tal cual. Y es que, para muchos críticos, lo comercial no merecen ni el nombre de literatura. No me lo estoy invetando, lo prometo. Basta con echar un ojo a las búsquedas de google para ver un montón de páginas y artículos que prefieren eufemismos del tipo «narrativa comercial» o «ficción comercial»; cualquier cosa que sirva para evitar manchar la palabra literatura con ese frívolo producto del capitalismo.

Sin embargo, si intentas encontrar qué hace que una obra sea comercial o sea literatura no vas a encontrar parámetros claros, sino ambigüedades como:

«La buena literatura da placer y crea gente menos manipulable».

Vargas Llosa

Pescando en distintos artículos, puedes conseguir hacerte una idea más o menos clara de la supuesta diferencia. Yo misma, hace tiempo, escribí un artículo sobre la novela literaria, que puedes leer aquí si te interesa, donde ya se veía venir una opinión que he ido madurando con el tiempo.

Literatura pop VS literatura posh

La historia de la literatura ha estado siempre unida a las clases adineradas de la sociedad, eso es innegable. Las clases menos pudientes tenían que trabajar de sol a sol y rara vez eran capaces siquiera de leer. Pero entonces, hace un par de siglos, los pobres empiezan a recibir una educación mínima. Aprenden a leer. Y descubren que esas historias de problemas de ricos no los representan, no los remueben ni emocionan porque son problemas y situaciones que ni han vivido ni vivirán. Y surge la literatura pop(ular), la literatura del pueblo.

Un buen ejemplo de esto lo tenemos en los folletines de un penique que surgieron en Reino Unido a finales del siglo XIX: los penny dreadfull; de los que hablé más en profundidad en este episodio del programa Entre libros. Que sí, que eran libretos sensacionalistas, violentos, morbosos… Pero consiguieron algo impresionante que a día de hoy no se ha vuelto a repetir: tener a todo el mundo leyendo y esperando con impaciencia la siguiente entrega de una historia.

Poco a poco, según se fue formando una clase media que tenía tiempo de leer regularmente, e incluso de escribir, esta literatura popular fue ganando en calidad. ¡Cuánto bien han hecho los traslados en transporte público por la comunidad lectora!

Fue una época en la que muchísima gente leía, se compraban muchos libros. Se democratizó la literatura y surgió el fenómeno best seller, que significa única y exclusivamente «más vendido», sin que esto se relacione necesariamente con la calidad del libro (para bien y para mal).

Empezó a hacerse necesario el diferenciarse, dividir en géneros y categorías todo este volumen de escritos. Y algunos consideraron necesario marcar una frontera clara entre la «alta» literatura y la corriente popular. La «alta» literatura no estaba hecha para todo el mundo, igual que la «alta» cocina no puede ser entendida por todos los paladares. Pero ¿cuáles son esos altos paladares literarios?

Entonces ¿existe la buena literatura?

Por suepuesto en que en literatura no todo vale. Igual que en cualquier otra disciplina hay técnicas y experiencia que van a hacer que el trabajo del autor mejore. Son cuestiones difíciles de percibir y que van más allá de si nos gusta o no nos gusta a cada uno de nosotros.

De hecho, cada persona va a conectar más con unas voces literarias que con las demás, porque su experiencia vital va a estar más acorde a ellas. Pero no es necesario censurar ningún enfoque para adaptarse y encajar, ya sea para vender más o para poder entrar en el club de los autores de renombre.

Si quieres saber a que me refiero con lo de los enfoques, en este vídeo lo explico:

Lo que sí que tengo claro es que la calidad no tiene nada que ver con el género y que no por ser entretenida una obra pierde el derecho a ser buena. No dejo de ver entre muchos (que no todos) de esos críticos puristas un gran clasismo en el que parece que la buena literatura es la que trata los problemas de las clases altas: autorealización, éxito… 

Y es que está mal visto que un autor pretenda ganar dinero con su trabajo. El arte debe hacerse por amor al… eso, al arte. Y lo contrario es de «vendidos». Pero, claro, volvemos a lo de antes, ¿quién puede pemitirse invertir todo el tiempo y la energía mental que supone escribir una novela sin esperar retribución?  Casualmente el mismo tipo de persona que durante siglos ha mantenido el monopolio del discurso literario.