Quien se dedica a la escritura (o a cualquier arte en general) lo hace porque le gusta, porque le apasiona; vamos, por amor al arte. Nadie se imagina eligiendo una profesión como esta por las salidas, la fama o el dinero. De hecho, la absoluta mayoría de autores tienen un segundo trabajo que es el que en realidad les da de comer. Y esto que parece una simple anécdota, en realidad esconde un gran problema:

El arte ha sido durante mucho tiempo el monopolio de los ricos. Lo que ha hecho que su voz fuera la única representada y que las bases artísticas se hayan creado según sus necesidades.

Pero ¿por qué digo esto?

El precio de dedicarse al arte

Lo primero es que no hay una formación pública y adecuada para las corrientes artísticas. La música tiene el conservatorio, las artes pictóricas tienen algunas universidades especializadas, pero, si nos metemos de lleno a hablar de escritura… ¿qué tenemos?

Estos últimos años se han creado algunos grados de escritura y, además, siempre ha existido la opción de hacer algo supuestamente relacionado, como periodismo o filología. Aún es pronto para ver cómo resultan esos nuevos estudios universitarios, pero ni la carrera de periodismo ni la de filología hacen buenos escritores.  De hecho, todos los alumnos que he tenido que venían de esas dos ramas, venían sin saber puntuar la raya de diálogo; lo que demuestra la poca importancia que se le da a la escritura literaria.

Entonces ¿qué? ¿No hay formación?

Sí que la hay. Privada.

Hay infinidad de cursos mediocres (y alguno de buena calidad, o eso intentamos) en el que cobran al alumno cientos o miles de euros por una formación que no es, ni de lejos, completa. Así que, el curriculum de un escritor acaba siendo un collage de formaciones de distinto tipo. Al menos para quien se lo puede permitir o invierte de alguna manera en ello.

¿Y quien no puede? Pues difícilmente podrá jugar en las mismas condiciones con alguien que sí. Porque, aunque llegue a escribir una obra de buena calidad, difícilmente eso va a darle de comer.

Escritor profesional VS escritor por amor al arte

Lamentablemente, parece que hoy en día hay una brecha entre los autores que esperan poder vivir de esto y, por tanto, vender libros; y aquellos que parece que están solo preocupados por el acto de creación en sí mismo.

A los primeros nos acompaña (sí, me incluyo) un estigma por el cual parece que hemos pervertido el arte para sucumbir al capitalismo. Mientras que los segundos conservan un halo de pureza creativa.

Y yo no voy a hacer aquí una diferencia respecto a la calidad, pues creo que hay autores grandes y mediocres en ambos lados.

El arte más democrático

Algunos ya habréis entendido la relación entre los dos puntos anteriores. Si el arte es algo a lo que te dedicas sin esperar a una compensación, entonces ¿quién puede permitírselo?

La lucha por unos derechos de autor y una compensación económica ha permitido que personas con menos recursos económicos entren al juego y puedan compartir historias. Nadie espera que un fontanero o un cirujano hagan su trabajo gratis, por amor al arte. Pero en la escritura (y en el arte en general) muchas veces se nos pide que realicemos un trabajo de forma gratuita o a cambio de una compensación simbólica porque, al fin y al cabo, estamos haciendo algo que amamos.

Por muy romántico que suene, trabajar por amor al arte es lo que ha provocado que los artistas hayan sido siempre unos «muertos de hambre» a los que no se les descubría hasta después de su muerte. ¿Es casualidad que haya en el pasado tantas historias así? No lo parece, teniendo en cuenta que de esta manera no había que pagarle nada al autor.

Querer cobrar por tu trabajo no significa que lo valores menos, sino que lo respetas más.

Van Gogh no quería una vida dramática para alimentar su mente creativa. Van Gogh quería un filete y poder crear en paz.