Cuando tuve mi primera página web, el blog era una obligación terrible para mí. No sabía de qué escribir y eso se tradujo en un batiburrillo de artículos. Algunos de ellos acabaron siendo interesantes y puede que los acabe recuperando, pero la mayoría van a quedarse ahí, donde están. Ahora quiero enfocar esto de una forma diferente. Ofrecer desde el corazón y no desde la obligación. Es un paso que me ha costado dar porque no entendía que era mejor hacerlo así.
La experiencia como fuente de aprendizaje
Cada experiencia nos enseña algo, ya sea bueno o malo. Nuestra profesión y nuestra familia son quizá de las cosas que más nos llegan a moldear. Una persona que trabaje de cara al público aprenderá más fácilmente a tener paciencia y a tratar con la gente con delicadeza, igual que una profesora que trabaje con niños. Un militar o un policía aprenderán disciplina. Alguien que viaje mucho se volverá más flexible y abierto de mente…
Nuestro ocio también nos influye. La pintura, los idiomas o inlcuso salir de fiesta… Todo lo que hacemos nos aporta una serie de cualidades que luego podemos aplicar al resto de aspectos de nuestra vida.
La escritura, ya sea para ti ocio o algo a lo que quieres dedicarte, te puede aportar un montón de cosas:
Lo que la escritura me ha enseñado
Si has escrito alguna vez, seguramente entiendas lo que voy a decir y hasta se te ocurra alguna cosa más. De lo que no me cabe duda es que sumergirte entre las letras ha significado un cambio para ti, un cambio a mejor y, aunque a veces sea difícil, no lo cambiarías por nada del mundo.
Esto es lo que la escritura me ha enseñado:
Rara vez se consigue algo a la primera
Vivimos en la época de la imediatez y lo queremos todo para ya. Peor aún, hemos aprendido que si no obtenemos rápidamente buenos resultados es que «no es lo nuestro». ¿Cuántos hobbies hemos podido dejar abandonados porque los hemos probado y no hemos sido buenos en ellos en un primer momento?
Pues con la escritura eso no funciona. Más te vale aprender a disfrutar del proceso, porque, al contrario de lo que nos quieren hacer creer en las películas, tu primera novela no va a ser perfecta ni va a ser un bombazo de ventas y te va a convertir en alguien famoso. Y esto, si no estás preparado, duele.
Una novela no se escribe en una noche. Algunas personas lo hacen en dos o tres meses, yo tardo un poco más. Invertir todo ese tiempo para que luego recibas rechazos de las editoriales es un buen golpe del que es difícil levantarse, pero te enseña a relativizar mucho y a valorar tus avances sin depender de esa confirmación externa.
Las prisas no son buenas consejeras
Cuando tenemos la posibilidad de publicar nuestro primer libro, la ilusión nos ciega. Lo admito, soy culpable de haber sido impaciente y, por eso, ahora me arrepiento de muchas cosas sobre mi primera publicación que ya no puedo arreglar. A día de hoy no lo haría (ni lo hago así) y eso lo aplico a otros aspectos de mi vida. Cuidé bien mi web antes de lanzarla, termino y pruebo mis cursos antes siquiera de anunciarlos…
La paciencia me ha dado paz. Lejos de inquietarme cuando las cosas no se consiguen de inmediato, he aprendido que el tiempo no es tan importante como muchas veces nos pensamos.
La disciplina y el interés funcionan mejor que el talento
Esto lo he aprendido observando la evolución de las personas de mis clases y talleres (es muy difícil, casi imposible, evaluar el propio talento). La mayoría empiezan con miedo de no tener ese don para la escritura que parece tan necesario. Y es cierto que algunas personas tienen más facilidad para aprender, pero no es algo tan determinante como creemos.
He conocido gente que ha empezado con un nivel bajísimo, pero practicando mucho y escuchando los consejos de otras más experimentadas, ha mejorado tanto que cuesta creer que sea la misma persona. En cambio, otra gente con una facilidad clarísima, pero falta de constancia, al año o unos meses después, se ha quedado muy atrás con respecto al grupo.
Así que, si crees que no eres capaz de escribir una novela o cualquier otra cosa que tengas en mente, te reto a que lo intentes. Puedes hacerlo por tu cuenta, participar gratuitamente en los retos del Club de escritura Cyrano o echar un ojo a los talleres que ofrezco.
Lo que se dice importa
Cada palabra que escribes en una novela tiene que ser importante para la trama, sí. Pero espcialmente en los diálogos. Qué y cómo lo dicen afecta a cómo el resto de personajes reaccionan y actúan a continuación.
En la vida real ocurre lo mismo. Lo he comprobado. Así que mi comunicación ha mejorado mucho. No es que sea perfecta, pero es que hace un tiempo dejaba mucho que desear, la verdad.
También me he vuelto mucho más consciente de que lo que digo puede ser crucial para aquellos que empiezan y aún no tienen la confianza necesaria. Como profesora tengo que corregir, pero sobre todo, motivar. ¿De qué me sirve hacer una corrección precisa si luego esa persona no va a volver a escribir? Por eso, estuve un tiempo estudiando cuál era la mejor manera de hacer una crítica de forma constructiva. Si te interesa, pronto compartiré un artículo en el club Cyrano.
Y lo que no se dice también cuenta
La importancia del silencio y de los gestos es uno de mis últimos descubrimientos. Y ha sido estudiándolos cuando me he dado cuenta de una cosa:
Las personas mienten.
Bueno, mentimos. Que yo también soy persona casi siempre. No quiero decir que seamos todos mentirosos patológicos. A veces mentimos sin darnos cuenta o incluso con buena intención. Si alguien te pregunta «¿Estás bien?» y no quieres preocuparle, ¿qué haces? Mientes. Si tu hijo te enseña el dibujo que acaba de hacer en su colegio y es más feo que una nevera por detrás, mientes.
A veces también nos mentimos a nosotros mismos: «El lunes empiezo», «No, si no me gusta», «Ha caído justo el tema que no me he estudiado»…
Pero lo más interesante de todo esto no es la mentira, si no lo que cada mentira cuenta sobre nosotros. Puede ser cariño, inseguridad, miedo, vergüenza… Pero ahí está.
Lo mismo ocurre con los silencios. Escucha las mentiras y los silencios de las personas y puede que acabes conociendo a alguien muy diferente a lo que creías.
Esta es una pequeña lista de cosas de lo que la escritura me ha enseñado. Al ponerme a escribir, no dejaban de ocurrírseme más. Y es que yo creo que la escritura, como cualquier otro tipo de arte, nos trae muchísimas cosas buenas.
Ahora me gustaría saber algo más de ti. Si escribes, dime si te sientes identificado con las cosas que yo he dicho, o si a ti te ha enseñado algo diferente que no haya mencionado.
Si no escribes, háblame de tu profesión y cómo has aprendido de ella.
Te leo en comentarios.
Sobre lo que comentas de la constancia y el conocimiento previo, quería comentar que es aplicable a más de un campo, no solo a la escritura. Soy profesora de EOI y tengo alumnos de nivel A1 que básicamente se pueden clasificar en dos grupos: los que de verdad parten de 0 y los que tienen algo de idea de inglés.
Los que empiezan de 0, muchas veces acaban el año que parecen personas totalmente distintas, ya no solo en cuanto a conocimientos, sino a la percepción que tienen de sí mismos y sus habilidades con los idiomas.
Sin embargo, los que ya tienen idea corren un riesgo muy grande, y es acomodarse porque «esto es muy fácil». No sucederá a finales de curso, pero en dos-tres años los que habían empezado de 0 los superarán en nivel, porque se relajaron demasiado a la hora de coger una base.
Obviamente, también tengo casos de gente que sabía de antes Y además es constante en las clases. Esos acaban siendo unos auténticos cracks.
En definitiva, chicos, ¡la constancia lo es todo!
No puedo estar mas de acuerdo contigo cuando estás de acuerdo conmigo, ja, ja, ja. Pero sí, no es algo que se aplique solo a la escritura. Yo creo que en realidad se puede aplicara a cualquier cosa que necesite un poco de experiencia y formación. Muchas gracias por añadir tu ejemplo.
Preciosa entrada.
A mí mi profesión me ha enseñado a «abrazar la incertidumbre» (lo que me ha venido fenomenal como entrenamiento para estos tiempos de virus extraños…)
Suena hasta bonito con ese nombre. Tiene un punto muy zen. Aunque creo que la ventaja de eso es volvernos menos dependientes del control absoluto y más flexibles, lo cual es algo imprescindible para cualquier emprendedor ja, ja, ja.
Buen artículo, Marta. Desde luego que hay que actualizar el blog, pero siempre con artículos que a una le interese escribir, cuando sienta la necesidad de compartir algo y no publicar por publicar. Inundar de entradas ni te hace sentir bien a ti, ni suele crear necesidad de leer en los suscritores. O al menos a mí no. Llámame rara, pero me da mucha pereza pasarme por los blogs de la gente que actualiza todos los días o demasiado a menudo. Es algo que me satura.
Muy de acuerdo en que escribir te llena de paciencia. Y es que si vas con la mentalidad de que tu primer libro será un éxito arrollante, cosa que pocas veces sucede, sufrirás mucho.
Tengo tendencia a quedarme con lo que la gente dice y luego en casa voy dándole vueltas a las conversaciones y según las reacciones, la forma que tienen de comportarse o contarte algo, lo voy uniendo a lo que me han dicho, medias historias que te cuentan y voy hilando los porqués de los comportamientos. Me encanta descubrir que una persona es de una manera porque en una conversación me ha dicho que de pequeña le pasó x cosa, y eso unido a otro comentario que hizo en otra ocasión me ha hecho ver que tiene una espina clavada desde hace años que le hace comportarse con dureza ante ciertas cosas.
Y otra cosa fundamental que he aprendido es lo que tú dices, que nunca paras de aprender, siempre hay algo nuevo que asimilar o enseñanzas de otros que te hacen evolucionar.
Ja, ja, ja. Jo, María, me pasa lo mismo. Soy muy de quedarme pensando en las situaciones que he vivido y verlas una y otra vez en mi cabeza desde distintos ángulos para desgranarlas. Supongo que debe de ser un vicio que cogemos los escritores. En plan, análisis de personajes, ja, ja, ja.
¡Qué de cosas! Aunque mi trabajo no es la escritura, sí que he aprendido las mismas cosas de él, y más. Y es que el trabajo nos enseña muchas cosas.
A mí, por ejemplo, me ha enseñado a que hay que aprender a desconectar de él. Bueno… Me lo estoy enseñando yo, pero el trabajo me hace darme cuenta de ello. No es malo el que cierta idea te ande rondando por la cabeza una vez terminas de trabajar. Lo malo es que estés nervioso u obsesionado por esa cosa que has entregado, o dejado a medias. Hay que desconectar, aprovechar tu tiempo libre y retomar lo que tengas pendiente cuando vuelvas a trabajar.
También he aprendido que debes aprender a valorarte y a valorar a los demás. No eres el mejor, ni el peor, y entre todos podéis ayudaros. Debéis. Quizás esto, en tu ámbito, se traduzca en la red de contactos con otros escritores y editoriales.
Me gustaría seguir leyendo más entradas de tu blog así, que son directas y casi como si nos estuvieses hablando cara a cara.
Para cosas más técnicas, os recomiendo que leáis los artículos de Marta en la web http://www.clubdeescrituracyrano.com
Ja, ja, ja. Qué buena propaganda haces del Club. Tienes mucha razón en que hay que aprender a priorizar, pero es que nos han enseñado a que el trabajo sea una prioridad en nuestra vida y eso no debería ser así. Trabajamos para poder vivir, pero muchas veces el trabajo no nos permite hacerlo. Y encima nos sentimos culpables si no damos el 100% en el trabajo.